Tomás Modesto Galán

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Demolición del Paraíso (2024) de Tomás Modesto Galán es un libro valiente. En esta era donde el mundo civilizado y democrático contempla con pasividad y complicidad el primer genocidio del siglo XXI y contribuye a la muerte y aniquilación de la población palestina de la Franja de Gaza y Cisjordania se necesita mucha poesía, pero mucha. Y no cualquier poesía, sino una de gran calidad como la que nos entrega el reconocido poeta dominicano residente en Nueva York.” —Enrique Bernales Albites [University of Northern Colorado]

Poemas de Tomás Modesto Galán (de su libro Demolición del Paraíso

AUTOEPÍGRAFE PARA COMEDIANTES DE LA PUTREFACCIÓN
A PROPÓSITO DE LA GUERRA Y LOS SANTOS

¡Oh qué hermosa contradicción es esta caída! ¡Qué horrorosa es esta época de la Navidad! No podemos escondernos. En Bethlehem suspendieron la misa de la Navidad, hasta que el hijo de Dios ahorre para su regreso a su antiguo calvario. Tal vez está de vacaciones en las Malvinas. En Haití están los Clinton. En el Bronx está el payaso de la America First. Los últimos ataques demolieron la cruz. El oro de las copas está protegido por los Settlers de la evangelización delincuencial. Buscamos el yeso sagrado de ese Jesucristo misterioso. No pudimos besarlo antes de morir. Quizás era un impostor y nos espiaba para Zelensky. Los sionistas no lo reconocen como el hijo de Dios. Se sospecha que él murió entre los niños de Gaza, alfabetizándolos para evitar otra Intifada. No hay hospitales en pie. Tampoco sobrevivió el personal de servicio al cliente contra las variantes del covid19. Si murió fuera de la Cruz otra vez, no podemos reconocer sus restos. Los Settlers coleccionan epitafios. Solo encontramos la cabeza de Judas y un volante que reclama su presencia ante las tropas de ocupación. Su madre tampoco sabe que ha desaparecido con toda su genealogía. Su pareja sentimental no tuvo chance de oler los tanques ni avisarle a los apóstoles de los nuevos drones importados de U.S. Nadie consultó el horóscopo de Joe Biden. Un voto vale más que un genocidio ininterrumpido. Enmudece cuando le hablan de un cese al fuego. No hay un órgano intacto para celebrar su partida. Yo no creo que esta época sea hermosa. Hay una alienación de la felicidad. No tenemos cuerpo para comulgar ni boca para probar un Cabernet que le robamos al ejército invertido de los Settlers. No hay uvas frescas entre los escombros. Las manzanas son muy caras. Los cerdos fueron demolidos. Las hostias de los feligreses se las llevó el viento. No han llegado turistas para contemplar cuántos misiles cayeron sobre la Santa Cena. Solo encontramos palillos, servilletas y los restos de la merienda de los ángeles. Tenemos dos meses buscando un pedazo de pan fresco aunque sea de dieta. Tampoco hay jeringuillas limpias para inyectar a los ángeles. Dicen que son inmortales. Yo encontré el cadáver de la amante de un santo de la Catedral de Saint John The Divine. Dicen que es una enfermera desaparecida de las inmediaciones de Audubon. Leía con los Piña de la Metapoesía del exilio liberal. Adoraba las pirámides y sobre todo la Holy Land de esta comedia. Pervertía a los santos pero no tuvo suerte con los criminales de guerra que aguardan por los fondos del imperio. El vino cubre los escombros sagrados pero todavía el ejército de salvación de la seguridad regional no ha dado con el paradero de Jesús. ¡Hay tantos niños desaparecidos! Los abuelos no importan. Las madres tampoco. La prensa y la poesía menos.

CESE AL FUEGO DE AFRODITA

Recuerdo la labor de tu sonrisa,
último bálsamo de una angustia sorda
Me abismo en el suicidio de un rumor
Sin desear rescate, sumerjo mi cabeza
Dejo las olas saborear mi cuerpo
Tal como una hoja desafía el viento
flotas sobre mares de inmigrantes.
En los acantilados aparece una flor soberbia.
Curiosamente, la veo florecer en medio de la espuma.
Moby Dick ha regresado. Inesperadamente
Nos dispara un imperio derrotado por la culpa.
Un misil hunde tus manos. Yo te rescato
siguiendo el rastro de los pétalos mojados
por el silencio de un tambor virtual.
Entonces me doy cuenta.
Puedo abrir los ojos para imaginarte.
La tortuga ha llegado a tiempo,
Arrastra la biblioteca de Alejandría.
La ternura de mi madre la acompaña.
Resurge un jardín de hospitales y daycares.
Llueve sobre el caparazón de la esperanza.
Sobre ese animal milagroso nos besamos,
mientras arribamos a la costa de la aurora
renacen niños y madres de las fosas comunes
Entre los pescadores del viejo imperio
ha desaparecido la corporación del egoísmo.
Una gramática recíproca explica el horizonte.
Tu lengua y la mía se comprenden.
El apartheid ha sido destruido
por la diosa del amor al prójimo.
Sin la arrogancia de un no, hay un cese al fuego.
Ya podemos izar la bandera de los dos estados.
Resucito de una extraña fraternidad.
Ahora tú respiras bajo el pecho de la luna.
El sol recobra las mejillas de un caracol.
Yo arrastro hasta la hoguera del amor
el último Armagedón de la historia
el mito de un genocidio religioso.

CESE AL FUEGO

Esta genial forma de sostener un pie en Gaza fue propuesto por la sociedad civil de la marginalidad feliz. Fue un acto de desobediencia vergonzoso. Alguien tenía que poner orden en la casa del terror y desde luego: dejar que los palestinos que aguardan en las morgues, bajo los escombros de las escuelas y los hospitales, ignoren que el clamor hospitalario del primer mundo, atrincherado en la indiferencia, surtió efecto. No hubo una declaración jurada, bajo cervezas frías, para salvar del precipicio los restos de las Carabelas románticas de la salud en los Territorios Ocupados…

DISGRESIÓN SILENCIOSA

No se puede renunciar a la vida divertida, mientras morimos en masa en otra parte del mundo. Alguien desea reivindicarse, traicionando el modo de ser del sistema. Nos preparan para hacernos creer que la vida continúa y no hay nada que podamos hacer, que no sea engañarnos. Desentendernos de la idea de que un poema no arregla el mundo. Este modo de ser y sentir es una confesión de que se puede vivir sin hacer el amor. Podemos huir en busca de la nada, de otro aire, un desvío mientras el genocidio ya no es alimenticio y no nos importa todo el tiempo que la humanidad no sea una gran familia. Lo somos para poder convivir en medio de una industrialización de la mentira. Yo deseo pensar que hacemos este teatro para poder comprender las regresiones. Morimos y comemos simultáneamente, sin ningún pudor como un presagio de que nos echarán del infierno por no atizar el fuego lo suficientemente convencidos de que las dudas maquillan la realidad. Actuamos para múltiples obras al mismo tiempo. No tenemos las estadísticas de la presente hecatombe.

CÓMO EL FASCISMO ES BUENO PARA LA FICCIÓN

Echa raíces en la carne ardiente. Celebra un fin de año glorioso en pesadillas, pesimista en el asombro. Por eso bombardeamos los hospitales muchas veces. Dicen los supuestos vencedores. Repetimos el ataque mientras en el Bronx se bailaba blandiendo el triunfo de la muerte en el mismo corazón donde se curaba el Covid 19. La metáfora de Gaza cayó bajo un baile delicioso, estruendoso, digno de hacer saltar los muros. Lloramos de gozo o gozamos de tristeza y nadie nos escucha. Ya no vende la ambigüedad. Corremos y nos cierran las fronteras. 

A pesar del cinismo y la ridiculez, era justo ver a los pacientes bailar sin una oreja, reír sin cabeza, cortejar la ausencia de un cuerpo, leer este poema como si fuera una carta leída en el más allá. Como fantasmas del coraje histórico, damos vuelta en medio de las luces de bengala. Y nosotros, escondidos en este tugurio precioso, comemos hasta el hartazgo para presentir que morimos al otro lado de Gaza, mientras los poetas leen en un jardín piadoso del Bronx River, sin ondear la bandera de Palestina. 

Finalmente, apareció una muestra gratis de la prensa occidental para ver cómo la ridiculez de la opresión crea cadáveres en masa. A veces no hay tiempo para saber dónde cayeron los lentes de mamá, la mano de mi tía, el tablet de un periodista, las berenjenas de un refrigerador. El exterminio se celebra con bachata y salsa. Sucede que solo bailan unos cuantos mesías. Luego una muerte accidental iza la bandera de la dominicanidad. 

Entonces resurge la sinestesia del olor del vino, el color de la leyenda de un bufete donde no sentimos los gritos espeluznantes de las piernas amputadas de un maniquí que exhibía un sombrero. Los criminales de guerra se preparan para ejecutar otro exterminio. Cada vez que atacan con las armas del imperio, bajo el silencio de Europa, ellos son los que realmente mueren. No hay suficientes enfermeras , exámenes de orina, lectura genética, gritos ahogados bajo un urgente exterminio, mientras bailamos seducidos por la celebración de una matanza deliciosa que lleva muchas décadas discutiéndose fuera de la corte criminal del silencio.

MUERTE PASAJERA

Imagino audacia en el arte de morir
si practicas esa última danza,
la pequeña muerte sobrevivirá
nadie te ganará en el ejercicio
de despedida de un turismo sórdido.
Abre los ojos y levanta los párpados.
La historia oficial sigue resucitando
en medio de un derrumbe mitológico.
Besa las ruinas del romance interior.
Vacúnate. Hay una hambruna colonial
por donde arriban palomas extraviadas.
Yo solo recojo las plumas de las alas rotas.
Exhibo el pico de un cuervo condenado
a ser la obra de arte del último adiós.
El pintor digital recupera la memoria.
Vuelan sobre el pasado pintando
una estética de la contemplación
Aplaudan el cinismo. Es el vómito irreverente
de la nostalgia de la incertidumbre.

BIOGRAFÍA

Tomás Modesto Galán es escritor dominicano que reside en Nueva York, desde el 1986. Actualmente es presidente fundador de la Asociación de Escritores Dominicanos en Estados Unidos (ASEDEU). Es co-administrador de la página Descolonización Cultural. También es autor de Cartas desde la diáspora. Es parte de la junta directiva del Festival Hispano del Bronx. Fue el presidente de la Feria del libro del Bronx: Libro Abierto. Ha sido profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Pace University, de la Universidad Dominicana O&M. También ha enseñado en York College. Fue coordinador del Comisionado Dominicano de Cultura en los Estados Unidos. Entre sus obras se encuentran: Los Cuentos de Mount Hope (novela, 1995) y Los niños del Monte Edén (cuentos, 1998). Cenizas del viento (poesía, 1983), ¿Es popular la poesía de Juan Antonio Alix? (ensayo), 1987, y Diario de caverna (poesía, 1988). Subway (poesía, 2008). Al margen del color (novela, 2014). En el 2014 su poemario Amor en bicicleta y otros poemas, ganó el concurso Letras de ultramar. De camino hacia Mount Hope (poesía, 2022) es su última publicación. Su antología personal Góngora en motoconcho, recoge una muestra de su poesía 1983-2020. El 16 de octubre del 2015 fue nombrado Poeta del año, por The America’s Poetry Festival de Nueva York. En el 2016 fue parte del primer gran Poetry Reading: Cuny Writers Against Austerity. Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés, árabe y portugués.

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