“Sin tuerca la vuelta”, de Víctor Bidó 

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Por José Alejandro Peña 

El año 1983 fue decisivo para aquellos poetas poco o nada convencionales con los que empecé a tener amistad. Me limitaré a uno de ellos: Víctor Bidó, poeta entonces extravagante y hermético, apasionado con la poesía de Ezra Pound, Guillaume Apollinaire, Arthur Rimbaud y Baudelaire, entre muchos otros. Una sapiencia impresionante brillaba entonces en sus ojos: la pasión desmedida por el canto y el ritmo, por los giros verbales y el temperamento entre místico y rebelde, entre la configuración rigurosa y la búsqueda de los significados adversos, inesperados y ricos. Poesía del caos, pero ajustada a un orden lógico que hacía de lo caótico un hecho simbólico, adecuado a su propia identidad en procura de un nivel del lenguaje en cifra, en codificación y juego. Con el paso del tiempo todo ese rigor y fuerza se fueron transformando en una potencia estética que se origina en la contemplación y el reposo, sin perder aquel plano del poeta rebelde que siempre se encuentra presente en la ebullición lenta y el rápido centelleo, donde la palabra se complementa con el silencio y el grito. Lo cierto es que en su poesía anterior (Cuaderno de condenado, Biblioteca Nacional, 1986 y en Poemas de la tortuga (Santo Domingo, República Dominicana, 1994) ya estaba presente la reflexión filosófica, el uso de la simplicidad, que no debe confundirse con simplismo. Es un poeta que ha sabido incorporrar el surrealismo hermético con el lenguaje cotidiano del hombre contemporáneo, lo que lo hace un poeta que abraza el caos, sin perder la postura erguida del sabio.

Sin tuerca la vuelta

Sugerente, concentrado en la lucidez de una palabra simple, pero de una combinación casi perfecta y que se trasciende a través del misterio convocado como una conjuración que aspira a lo profundo, este libro, compuesto de poemas breves encanta por su estilo y gracia, por su sencillez y armonía. Platón daba mucha importancia a la armonía, sin la cual es imposible que el poeta alcance en sus poemas la perfección buscada o deseada. La brevedad es un don, se desarrolla en el detalle de la transgresión del sujeto y los espejismos de su voz única, diversa, que se caracteriza por su majestuosidad, belleza o eficacia. El lenguaje de estos poemas no es en sí mismo complejo, el poeta evita los términos duros o lineales, prefiere dar la impresión de un sentimiento concéntrico a mostrar toda su capacidad significativa desde un yo que es un tú, un él o un nosotros. 

El poema breve, por naturaleza, tiene como base el misterio y la ambigüedad, no como algo alternativo ni decorativo ni superficial, sino como algo esencial y trascendente. 

Lo general se sustituye por lo particular y en esa particularidad se encuentra reflejado el mundo extrínseco que motiva el ser como núcleo de la realidad que quiere trascender mediante un conocimiento más depurado y menos descriptivo. De hecho, el poeta se exige la supresión de la vana y vacua descripción, pues no quiere que su poema caiga en una trampa de tan enorme desajuste. El poeta logra comprimir en unas pocas palabras un mundo cerrado, donde la llave maestra la determina el tono, la variedad del tono, su estructura frágil o etérea, su engranaje abstracto y su relación con los fenómenos causales. Evita la monotonía y al mismo tiempo la vaguedad, aunque ambas cosas pueden afectarse mutuamente, delimitando su alternancia. En todo caso, el poeta es consciente de lo que una palabra deposita en las otras. Nada, en los poemas de este libro, escapa a los propósitos del poeta, decidido a desafiar y trascender, mediante metáforas, símiles y paradojas sus lúcidas impresiones del mundo. 

El poeta nos dice: “Has ganado el olvido sosteniendo una esperanza.” 

El olvido debe ganarse con voluntad y fervor como el único y verdadero premio del poeta mientras los demás se matan por conquistar la eternidad y la fama. Todo lo vano se encuentra en el empeño por el reconocimiento y la fama. Cuando no se tiene ni el reconocimiento de los críticos el poeta se esfuerza por ganarlo, pero, de forma misteriosa gana lo más importante y valioso: el olvido, cuchillo de dos filos. 

Con este libro, Sin tuerca la vuelta, el poeta Víctor Bidó nos entrega una poesía que no es ni demasiado confusa ni demasiado clara, conserva en salud el axioma y el conocimiento, en ocasiones nos enseña a vivir con la verdad, que es enigmática, las paradojas y el buen gusto para desenvolverse entre la calidez y la profundidad de una palabra en apariencia frágil pero difícil de romper. 

Charleston, West Virginia, 4 de septiembre de 2025

Víctor Bidó, Filósofo, Poeta, Ensayista y Pintor Dominicano, nacido en la ciudad de Santo Domingo el 23 de mayo de 1959. Realizó estudios de pintura en la escuela de Bellas Artes (1974-1978) y en Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). En la literatura dominicana pertenece a la Promoción Literaria de los 80’s, siendo por la calidad de su poesía, uno de los más importantes exponentes de éste género. En su producción de poética es notable -como ha explicado el escritor José Enrique García- “El dominio técnico del verso y la composición”.

Sus obras: Cuaderno de condenado (1986), Poemas de la Tortuga (1994), Suma presencia (Obras poéticas 1994-1999). Ha sido colaborador y cronista en los periódicos más importantes de su país (ensayos y análisis literario).



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