La enigmática poesía de José E. Santos: Abstracción y objetivación, soledad, revelación y silencio. A propósito de “Crestomatía interior (Antología poética 1987-2020)”

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ISBN-10 ‏ : ‎ 1960434209 ISBN-13 ‏ : ‎ 978-1960434203

Por José Alejandro Peña

Los poetas de la Generación 80 de Puerto Rico: El surgimiento de José E. Santos

La Generación 80 de Puerto Rico, emergió de un contexto de transformación social y política, marcando un hito significativo en la historia literaria de ese fascinante país caribeño. Este grupo de poetas, que incluye figuras prominentes como José E. Santos (Crónica de la degustación, Libro de Venecia, Muestra gélida de poesía inconsecuente, Diálogos en el museo y otros poemas), Rafael Acevedo (Exquisito cadáver), Edgardo Nieves Mieles (El ramalazo de semen en la mejilla ortodoxa (1987), El amor es una enfermedad del hígado (1993), Alberto Martínez-Márquez (Las formas del vértigo, Frutos subterráneos), Zoé Jiménez Correjter (El Cantar de la memoria, Rapsodia, RascacielosPuerto nube), Mario R. Cancel (Estos raros orígenes (1991); Las ruinas que se dicen mi casa, El límite volcado: Antología de la Generación de poetas de los ochenta), Israel Ruiz Cumba (Encuentros de memoria, Un abecedario para Eva Leite), Urayoán Noel (Transversal), y Mayra Santos Febres (Anamú y manigua y El orden escapado), entre otros, surgió en un momento en que el país experimentaba tanto una resistencia cultural como un renacer de la identidad puertorriqueña. En la década de 1980, Puerto Rico enfrentaba desafíos económicos y sociales, que provocaron un clima de reflexión y búsqueda de nuevas voces en la poesía.

El panorama literario de la época, que arranca desde 1960, 1970 y 1980, se caracterizaba por una ruptura con las tradiciones anteriores, abrazando influencias de la vanguardia hispanoamericana. La generación 80 representó la convergencia de estilos y temáticas innovadoras, donde los poetas exploraron cuestiones existenciales, políticas y sociales, reflexionando sobre la realidad puertorriqueña y su relación con el mundo. Este contexto permitió que se desarrollara una poesía más íntima y personal, continuando con las corrientes que predominaban en las generaciones anteriores, pero aportando sus propias rigurosidades y distintivos, a saber: un rico manejo de la metáfora, agudización de la ironía y un lenguaje crítico y mordaz, revaluación de la etnicidad y del erotismo, cantaron al amor desde perspectivas insólitas, articulando un rejuego de símbolos muy característicos en los grandes poetas de la vanguardia anglsajona, hispanamericana y europea. Otro aspecto fundamental de esta poesía consiste en un variado sentido de absurdidad que se relaciona con el humor negro y el lenguaje surrealista.

El impacto de esta generación en la poesía puertorriqueña contemporánea ha sido indiscutible. Los poetas de la generación 80 encontraron en la experimentación formal y el lenguaje una herramienta poderosa para articular sus inquietudes y promover un diálogo reflexivo sobre la identidad nacional. A través de sus obras, crearon un espacio para que emergieran nuevas voces, lo que propició una profunda transformación en la manera de concebir y practicar la poesía en la isla. Dentro de este contexto vibrante, José E. Santos se destacó, representando la esencia de esta transición hacia una modernidad literaria que continua atrayendo la mirada y comprensión de un lector cada vez más exigente.

Soledad, revelación y silencio (la búsqueda de la palabra ambigüa)

La poesía de José E. Santos se caracteriza por una profunda exploración de la soledad y el silencio, dos elementos que se convierten en la base para la creación de una atmósfera contemplativa y cargada de significado. A través de estos dos elementos, su poesía es reveladora de enigmáticos contenidos, dados ya de forma indirecta por vía de poderosas imágenes, metáforas o paradojas o mediante una ironía secreta contenida en tales imágenes. Sus versos, tocados por la ambigüedad, la pulcritud y el misterio), revelan años de introspección y excepticismo, dando vida a una subjetividad que invita al lector a sumergirse en los intricados laberintos de la existencia humana. Santos utiliza el silencio no solo como ausencia de sonido, sino como un medio para resaltar la dolorosa soledad que experimentan los individuos en sus vidas cotidianas. Pausa y silencio, refuerzan, en casi todos sus poemas, voces mixtas de razonamiento y emoción contenida, y su firmeza expresiva es tal que no se deja arrastrar por la monotonía ni por el embeleso arrollador del disimulo. Esas voces, centradas en la soledad del sujeto (su estado de constante desplazamiento no puede ser ignorado, ya que es parte de una concienzación especulativa siempre vigilante) van definiendo el amplio contrapeso de los entes comunes, que son los entes de la diversidad y del juego. Este enfoque proporciona un contraste entre el ruido y angustia del mundo, un mundo enloquecedor, un mundo aciago y maldito. Veamos un par de ejemplos:

Escucho solo y por primera vez
el viento.
Por primera vez.
Meció el sauce,
lo meció por primera vez
pero no está,
años hace que sucumbió
mas lo escucho, lo escucho,
se mece en gemidos.

El viento. De Natura (1989, publicado en Después de la espera, 2006)

Una sola sombra existe,
una sola,
y es esférica, cilíndrica.
Es una sola,
pero no puedo verla,
nadie puede verla,
la sabemos,
la tenemos,
y no la vemos,
una sola sombra,
tan fuerte como la luz,
constante como la luz,
inmóvil obra,
como la luz.
Dibuja pequeñas luces,
los llama astros
y nos miente.
Secretea intimidades,
los llama cantos
y nos engaña.
Esperad,
se mueve algo,
se mueve y es oscuro.
¿Se moverá?
Otra sombra, ¿sería?
De pronto, no,
no lo era,
ahí está, de nuevo, no.
Me engaño, me miento,
y ahora sólo recuerdo
que la sé,
la tengo,
mas no la veo,
que es una sola,
una sola sombra,
y existe.

—La sombra. De Natura (1989, publicado en Después de la espera, 2006)

Como ya vimos, la conexión entre estos temas se evidencia en una serie de poemas que reflejan momentos específicos de desasosiego y reflexión. El poeta, conocedor de las técnicas tradicionales de la poesía neoclásica, utiliza la reiteración para resaltar su pensamiento (visión del mundo) mostrando y ocultando y, de ese modo, imprime profundidad a la emoción y el suspenso. En su poema “La flor”, Santos aplica un procedimiento parecido, con descripciones lúdicas va revelando el propio asombro con una precisión quirúrgica nada menos que admirable:

Y es que esa flor
es roja,
roja violácea,
mas aquella es amarilla,
parda, blanca,
y aun anaranjada
es esa otra.
Son planas, redondas,
lanceoladas,
abiertas cerradas;
son ellas,
mas no su color
que está en mis ojos.

Crecerán,
se moverán con las horas,
se secarán honrosas,
se volverán semilla,
viajarán en caídas,
serán sencillas,
serán ellas mismas,
mas no su color
que está en mis ojos.

La flor. De Natura (1989, publicado en Después de la espera, 2006)

La atmósfera de vacío encontrada en sus palabras permite al lector experimentar una profunda reverberación emocional. Este silencio se manifiesta como un refugio, un espacio forzado para la autoexploración, lo que refuerza la idea de que, paradójicamente, la soledad puede facilitar una conexión más profunda con uno mismo. Nótese que en sus poemas la conquista del silencio equivale a la conquista de un lenguaje poético inquebrantable, ahondado sobre sí mismo como las ondas del agua en un río aparentemente tranquilo.

A través de su obra poética, representada en “Crestomatía interior (Antología poética 1987-2020)” Santos nos invita a contemplar el silencio en diversas facetas de la vida y la existencia. Este ir dando, poco a poco, una impresión de los objetos, como anteponiendo una realidad invisible a una fácilmente identificable, se corresponde con una percepción heterodoxa de la experiencia personal. Y es que el poeta sabe qué tono va bien con la precipitación del hombre contemporáneo acostumbrado al desenfreno materialista, la espantosa frivolidad y la nulidad de su propio yo, siempre ansioso y psicologicamente inestable. Las voces externas suelen ahogar nuestra propia voz interna. El conocimiento de este sentimiento, juega siempre a favor del poeta.

Abstracción y objetivación: El Mundo de las palabras y el mundo de las cosas imaginables

La poesía de José E. Santos se caracteriza por su capacidad innovadora de navegar entre la abstracción y la objetivación. A lo largo de su obra, el autor manifiesta una profunda comprensión de cómo las palabras pueden construirse para reflejar tanto el mundo tangible como las experiencias subjetivas que lo rodean. En este sentido, la dualidad entre la poesía abstracta y la realidad física actúa casi como un hilo conductor en su escritura. Santos utiliza el lenguaje como medio para explorar las complejidades de la existencia, entrelazando nociones de lo visible y lo invisible.

Habrá o no un río
que sonará y seguirá,
habrá o no una luz tenue
que entre al finalizar
la tarde.
No habrá muchas cosas
y de seguro soñaré con ellas
según traicione mi paz
la imaginación.
Poco importará entonces
la magia de lo imaginable.
Regirá lo concreto,
y al alcance del tacto
y al pasar de los ojos
se impondrá tu cuerpo.

El cuerpo. De Volumen 4 (1993-1998, publicado en Después de la espera, 2006)

En sus versos, lo abstracto no se presenta meramente como un elemento estético, sino como un vehículo que permite a los lectores conectar con elementos de la vida cotidiana. A través de su cuidadoso uso de imágenes y metáforas, el poeta logra crear un puente entre sus reflexiones internas y el mundo exterior. Esta interconexión es fundamental para comprender cómo la poesía puede, de manera efectiva, reflejar la experiencia humana en toda su diversidad. Santos se apodera de la abstracción para transformar lo efímero en algo tangible, mientras que simultáneamente invita a la objetivación de los sentimientos y percepciones que muchas veces se consideran inmateriales.

El reloj sólo se mueve.
Nada implica, nada indica.
Tieso.
Su movimiento es concéntrico.
Viven sus manecillas
del arbitrario designio
que nuestros ojos le imponen.

El reloj no tiene forma.

El reloj es una precisa gotera
que llena un volumen determinado.

El reloj es una procesión de arena
que sólo cae en apariencia interminable.

El reloj es una sombra frágil y movediza
que acaricia superficies,
o es un conjunto de tuercas, de tornillos
y de ruedas mecánicas asépticas,
o una pantalla que muestra marcas
en que sólo nosotros
registramos alguna secuencia.

El reloj no dice nada:
Dice sólo lo que decidimos,
muestra sólo lo que le imputamos.

El reloj. De Muestra gélida de poesía inconsecuente (2009)

Sobre la mesa todo.
Sobre la mesa nada.

Coloco, tomo.
Colocas, tomas.
Colocan, toman.

El suelo es mesa de la mesa.

Sobre la mesa, todo.

La mesa. De Muestra gélida de poesía inconsecuente (2009)

Además, la relación entre lo abstracto y lo objetivo en la obra de Santos propicia una reflexión crítica sobre la naturaleza de la realidad misma. A través de esta interacción, el autor no solo invita a sus lectores a observar el mundo desde una perspectiva literaria, sino que también les brinda las herramientas para cuestionar sus propias percepciones. En definitiva, la poesía de Santos es un recorrido que revela cómo el lenguaje puede trascender lo físico, convirtiéndose en un medio potente para comprender las sutilezas de la vida y del espíritu humano.

El mundo de las palabras expresa el mundo de las cosas y debido a que puede expresarlas las inventa y las trasciende. El mundo de la imaginación es un mundo de las formas posibles que cambia en los giros y empalmes del lenguaje poético. Lo que se objetiviza se transforma y, al transformarse por la fuerza misma del movimiento, alcanza su plenitud.

Las trampas, peligros y deleites del amor

El tema del amor y el desamor en la poesía de José E. Santo se percibe como un dibujo sobre la arena de una playa soleada y solitaria. En este sentido, los poemas de Santos son elementales, sutiles e intensos, marcan un destino o empiezan una danza secreta o un viaje sombrío donde tienen valor la ansiedad y la calma, el ímpetu y la ternura. También el erotismo queda sugerido o expresado en sus poemas a traves de imágenes claras y lineas fuertes, convoca y evoca realidades difusas o exhaustivos vínculos dichosos.

Te busco.

No existe otra verdad.
No florece el trazo de otra existencia.
No hay pasado intermitente
ni dolencia más severa que sentir
como se entreteje la tela
con esta paradoja intensa y desesperante.

Te busco.

Me es imposible la huida.
Mis ojos sólo viven porque se alimentan
de la silueta conceptual de tu rostro.
Ven porque ves, miran porque miras.
Nada perciben oscuro, nada pierden
al esperar tus señas, su único deseo.

Te busco.

¿Es buscar un nombre en el vacío?
¿Es profesar una fe indeterminada?
¿Es sospechar que un día la nada
me ha de llevar al cieno los anhelos?
Cada pregunta se contesta a sí misma,
cada respuesta me devuelve a tu paz.

Saber. De Diálogos en el museo y otros poemas (2011)

La noción del amor febril, tan presente en su poesía, no solo actúa como un motor creativo, sino que también refuerza la esencia de su existencia. Santos utiliza este amor para abrazar la belleza efímera de la vida y destacar la fragilidad de los momentos. De esta manera, el poeta manifiesta cómo el amor, a menudo intenso y tumultuoso, puede ser tanto una fuente de placer como de dolor, reflejando la complejidad de las relaciones humanas. La vivencia de emociones contradictorias se convierte, así, en un medio para ilustrar la propia naturaleza del ser.

Las trampas, peligros y deleites del amor y el deseo son suficientes elementos de seducción intelectiva y emotiva para armar un difícil, pero entrañable juego donde las palabras se gozan a sí mismas, se descomponen y se reconfiguran. En los poemas de José E. Santos, contenidos en “Crestomatía interior (Antología poética 1987-2020)” lenguaje y vida son lo mismo, no se comprende una cosa sin la otra.

La Influencia de Italia y México

La obra de José E. Santos está profundamente entrelazada con la rica y vibrante cultura de México. Desde sus inicios, el autor ha explorado una variedad de temas que reflejan la identidad mexicana, la historia y las inquietudes sociopolíticas que han forjado la vida de su país (Puerto Rico). La diversidad cultural y la herencia literaria de México han proporcionado un contexto fértil en el que Santos ha podido desarrollar su voz poética, utilizando su trabajo como un medio para abordar cuestiones complejas que afectan a su comunidad.

La influencia de la literatura mexicana en la obra de Santos es innegable. A lo largo de su carrera, ha tenido un diálogo constante con autores prominentes como Octavio Paz y Alfonso Reyes. Estos escritores, cada uno a su manera, han marcado el camino literario de México, dejando huellas que Santos ha integrado en su propio estilo. Esta interacción ha permitido que su poesía se enriquezca con el simbolismo y los recursos literarios que caracterizan la tradición poética mexicana, contribuyendo a su singularidad.

Asimismo, Santos reflexiona sobre el entorno sociopolítico que ha moldeado la identidad mexicana contemporánea. A través de su poesía, aborda realidades difíciles, como la violencia y la desigualdad social, que han permeado la vida cotidiana de muchos mexicanos. Su compromiso con temas sociales demuestra el papel fundamental que juega la poesía en la articulación de luchas y reivindicaciones, haciendo eco de las voces de aquellos que a menudo son marginados. Esta fusión entre el contexto cultural de México y las preocupaciones individuales de Santos manifiesta una relación dinámica y compleja que enriquece su obra y repica una y otra vez entre sus crecientes lectores.

José E. Santos es un escritor-lector comprometido con su oficio que sabe utilizar las herramientas de la tradición moderna española e hispanoamericana. Son memorables los poemas que resaltan la mitología maya y azteca, así como los frescos momentos de reinterpretación de la realidad cotidiana, no solamente de México, sino también de otros países hispanoamericanos y europeos, como Italia y sus tradiciones e historia. Como ejemplo, basta mencionar sus poemas Piedra del sol, Minerva y Libro de Venecia.

Crisis política, económica y social en Puerto Rico: La voz poética de Santos

Durante la década de 1980, Puerto Rico atravesó un periodo de agudas crisis políticas y sociales que congregaron las tensiones inherentes a su identidad y existencia. Este contexto turbulento tuvo un impacto significativo en la literatura puertorriqueña, en especial en la obra de poetas como los que integran la Generación 80 de Puerto Rico, incluyendo a José E. Santos. A través de su poesía, Santos se convierte en un medio de expresión que aborda las inquietudes de un pueblo marcado por la adversidad, sometido a crisis económicas, desigualdades sociales y los complejos efectos de la colonización.

La poesía de Santos refleja las luchas cotidianas de los puertorriqueños durante estos años difíciles, creando un lazo entre la experiencia individual y el contexto colectivo. Utiliza la palabra poética para capturar la esencia de la resistencia, integrando su sensibilidad hacia la injusticia social en un lenguaje que resulta accesible y evocador. Cada poema invita a la reflexión sobre la realidad sociopolítica de la isla, manifestando dolencias colectivas que se expanden desde lo local e íntimo como en lo universal.

Además de abordar lo gritante de la crisis, la obra de Santos también presenta un clásico rasgo de compromiso social. Al hacerlo, expande su función artística más allá de la mera estética para convertirse en un vehículo de conciencia crítica. Apela a la memoria histórica de su pueblo, recordando no solo la lucha por la justicia, sino también las esperanzas depositadas en un futuro más equitativo. En este sentido, su poesía no solo sirve como testimonio de la época, sino que también invita a la acción y la solidaridad. Santos logra equilibrar lo específico de su contexto con temas que van más allá de los niveles meramente políticos, delineando así la grandeza de su obra dentro del marco de la poesía latinoamericana contemporánea.

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