Conocí a Teresa Coraspe (Soledad, estado Anzoátegui, 21 de marzo, 1940) en el año 2002, cuando cierta ebullición poética se venía sucediendo en toda Hispanoamérica, a través de varias revistas digitales y otras impresas. Eran los años de las Ediciones El Salvaje Refinado, todavía vigente. Por vía suya, conocí al notable poeta y escritor Rafael Rattia, con quien mantengo correspondencia desde entonces. También conocí a la poeta María del Carmen Solaeche y a la escritora Josefa Zambrano, todos ellos ilustres venezolanos, portadores de un don especial para la creación artística y literaria. Teresa Coraspe, con la amabilidad y generosidad que la caracterizan, me envió varios de sus libros publicados a la fecha, debidamente dedicados, detalle que se grabó en mi mente con especial afecto y gratitud. Aquellos libros se titulan: Las fieras se dan golpes de pecho, 1975, Vuelvo con mis huesos, 1978; Vértice del círculo, 1987, Este silencio siempre, 1991, Tanta nada para tanto infierno, 1994, y La casa sin puertas, 2004. Para esa fecha, en respuesta a la creciente crisis social y económica, estaba naciendo en Venezuela un nuevo régimen con el expresidente Hugo Chávez (Sabaneta, 28 de julio de 1954-Caracas, 5 de marzo de 20130), figura extraña y polémica del panorama político de su país y del resto del mundo. A muchos escritores y poetas venezolanos se les hacía "asfixiante" e "insoportable" la vida en dicho país por una suerte de "control nefasto" que apuntaba hacia un "socialismo del siglo XXI".
Leí meticulsamente aquellos libros de Teresa Coraspe, uno por uno. Y recuerdo que escribí algunas notas sobre cada uno de ellos. En esta ocasión me voy a referir a Vértice del círculo, publicado en Ciudad Bolívar, Venezuela, en 1987. En Vértice del círculo, notamos una poesía marcada por una variada y casi sutil excelsitud de la modulación tonal, donde resaltan la sensualidad y la delicadeza, acompañadas de una precavida sencillez que solamente puede lograrse con paciencia y maestría.