Desde su primer libro, Oficio de postmuerte, publicado en los Estados Unidos por Williamsburg Printshop (Brooklyn, New York), 1973, Alexis Gómez Rosa, definió su punto de partida hacia un rumbo desconocido y solitario, un mundo lleno de aventuras y peligros como es el mundo de la poesía “en tiempo de mezquindad”.
Lo que nos es desconocido, nos conduce al conocimiento de muchas otras cosas que se van, inmediatamente, convirtiendo en material poético de primera mano, gracias a la voluntad imaginativa del poeta. También lo que nos es conocido sufre transformaciones definitivas cuando es revisado por una mente creativa o audaz, una mente siempre insatisfecha, inquisitiva y dispuesta a profundizar en los conceptos percibidos y en los escondrijos de la realidad del mundo. Conocimiento y desconocimiento son, para la poesía, caras de una misma moneda.
Basta que el poeta imagine las cosas de su propio mundo para que otras cosas vayan apareciendo, sumándose y definiendo desde la escritura en un sistema de claves y conjuros. El mundo que surge ante él es un mundo que habrá de sufrir, una y otra vez, corrección o ajuste. La actividad, bajo la cual conocí al poeta dominicano Alexis Gómez Rosa, fue siempre aquella en la cual sobresalía una preocupación por la naturaleza de la fluctuación del texto poético. En sus manuscritos se podían encontrar, con gran facilidad, tachaduras, palabras encerradas en círculo, como indicando que esas palabras debían o podían ser trasladadas, sustituidas o eliminadas. Pero eso no era lo único, también le interesaba comunicar un sentimiento específico que conectara el alma del lector al alma del poema.
Recuerdo que una vez nos encontramos, por accidente, en la Calle El Conde, yo iba y él venía. Me dijo, “déjame mostrarte un poema, para que me digas qué te parece.” Caminamos hasta El Parque Independencia y allí nos sentamos en una banqueta de hierro a revisar su poema Adagio cornuto. Lo leyó en voz alta, con tal emoción contagiosa, como si de un adolescente se tratara. Lo que conversamos, se perdió con las puestas de sol, las lluvias y los malos días. Luego nos vimos en Nueva York. Allí me mostró su poema de nuevo, y, para mi asombro, el poema había ganado, con el paso del tiempo, un ritmo que me pareció distinto. Esta vez pude apreciar tanto de oída como de lectura el poema y verificar la solidez y belleza de su estructura.
Comunicar poéticamente no es tarea fácil, ni siquiera para los maestros. Para él, en ese proceso, el poema se convertía en el reto más significativo de su oficio. Antes, en tiempos tal vez no muy lejanos, los poetas se casaban con poetas de su árbol genealógico, como podían serlo Ezra Pound, T. S. Eliot, José Lezama Lima, Octavio Paz, Borges…, pero eso cambió con el paso del tiempo, aunque todavía hay poetas que se sienten felices con autodenominarse “hijos” de tal o cual poeta en boga o de tal tendencia en boga.
Voy a esbozar unas pocas palabras sobre Ferryboat de una noche invertebrada, libro que su autor, Alexis Gómez Rosa, ha dividido en dos partes. La primera se titula Puertos y singladura I; y fue escrita en Santo Domingo, el jueves 20 de febrero de 2003; y la segunda, Puertos y singladura II, fue escrita en Mayagüez, Puerto Rico, el martes 25 de febrero de 2003. La palabra singladura vendría siendo como lo intermedio entre el punto de partida (el puerto), y el destino final al que se dirige una persona, en este caso, el personaje lírico. Bajo la unidad temática central, el libro adquiere, la forma de un canto, unido por voces, tonos, pausas y silencios.
Abro aquí un paréntesis para subrayar que, con Ferryboat de una noche invertebrada, Alexis Gómez Rosa obtuvo el Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña de Henríquez, otorgado por un jurado compuesto por tres personas: Pedro López Adorno, José Mármol, Jeannette Miller. Este jurado destaca que, “por su acertado uso de la lengua, manejo del ritmo, y alusión de la historia dominicana reciente a través de la historia personal, en un juego tiempo-espacio lleno de regocijos y derrotas humanas…”, otorgó por unanimidad dicho premio.Puesto ya todo esto sobre el papel, entremos ahora al cuerpo de los poemas, analizando, a vuelo de pájaro, pero con cierto criterio y profundidad, lo que yo considero como lo más característico y fundamental de estos poemas.
Por su unidad temática, ambas partes del libro funcionan como las bisagras que unen las dos hojas de una puerta, sugiriendo así, una configuración compacta del objeto poético per se. Podemos agregar, que una parte refleja la otra, si tomamos en cuenta que ambas partes contienen la misma cantidad de poemas, creando un peso igual en cada extremo de la balanza.
Estratégicamente, el poeta sabe que uno de sus puntos fuertes ha consistido, desde su inicio en el mundo de las letras, en desmitificar la antigua idea de que algunos vocablos son más poéticos que otros. Esto lo aprende Alexis Gómez Rosa de nuestro Domingo Moreno Jimenes, padre del Movimiento Postumista.
Algunas palabras son más apropiadas que otras para expresar un sentimiento o un valor estético, una emoción o una idea. En ciertas circunstancias, Gómez Rosa elige como por azar un vocablo, lo examina, lo resalta o simplemente lo incorpora (así sin más), satisfecho de poder transmitir rigurosamente el mensaje. En otros casos, prioriza la forma, sin descuidar la óptima función semántica del texto.
Al igual que Alexis Gómez Rosa, algunos poetas de los años 70 y 80, echaron manos de frases hechas, de expresiones trilladas, de palabras desaliñadas que, colocadas al lado de otras palabras más graves o serias, venían a crear un choque de ideas. Así notamos que una de las cualidades de Alexis Gómez Rosa, radica en el empleo de la paradoja con impecable originalidad. A esto se añade que, pocos poetas nuestros, entre lo que conocemos como poesía culta, sobresalen por dar a ciertas expresiones un carácter de humor negro que pasa por el cedazo de lo grotesco o se encumbra, como el tigre, en la alta cima de la ironía fina.
El círculo de los delfines
tan sólo ganó espacio en tu cabeza.
En tu pequeña, mayúscula
cabeza, por donde cruzan
los babosos enanos de la muerte.
Cierto es que, cuando el poeta Alexis Gómez Rosa, emplea frases hechas, como de “ahí ahí”, “de tal palo, tal astilla”, “así en la paz como en la guerra” “sin frío ni calor”, “Dios no me deja mentir”, “con frecuencia modulada”, entre otras, estropea el ritmo del poema, creando un corte brusco e innecesario, que no suma nada relevante ni propio a lo que ya tenía ganado como mejor. Contrario a su propósito de crear belleza y hacer más profundo su decir, no logra ni lo uno ni lo otro. Confía demasiado en un tipo lector (“hipócrita lector”) que, al no recibir la energía poética necesaria, se decepcionará sin remedio.
No cabe duda que, la poeticidad chabacana de Alexis Gómez Rosa se debe a una suerte de facilismo y deseo de encajar en el gusto popular cuando mezcla en uno que otro poema dos estilos completamente opuestos: sobriedad poética y charlatanería. Su intención seguramente fue otra: romper con los convencionalismos a través de la intertextualidad.
Con la puntualidad
de una costumbre, llegan
tus ojos a iluminar la puerta
que me preserva del mundo,
sin frío ni calor.
Así en la paz como en la guerra (…)
(Ni frío ni calor. Página 67).
Otro punto que distingue la poesía de Alexis Gómez Rosa es la textura de la imagen sólida y fresca, a veces seca, pero siguiendo un ritmo particular que, unido a la temática erótica, sacan a relucir aspectos sombríos o luminosos, elevados o profundos, lentos o raudos, casi siempre a modo de juego. O tornando lo solemne en una especie de mascarada tétrica, nostálgica o mohína. Es, sin duda, un poeta que sabe unir emoción e inteligencia, unas veces dominado ya por una o por otra, dependiendo de que tan viva se encuentre en él la vigorosidad lúdica entre precisión emblemática y sustanciación primordial. Lo primordial de la sustancia, emana de la convicción general del poeta, atento a los múltiples planos que dan a la forma del poema valía y representación. Sus palabras remedan una emoción que nunca es la misma, aunque surjan de manera idéntica del mismo tronco expresivo y sean confluentes a la misma experiencia humana.
He aquí algunos ejemplos:
“eros, fiebre final” […)
“el brillo invicto
de sus arqueados pechos
de guayaba” […]
“…haciendo más visible
la oscuridad” […]
“un ojo cae
babeando su indocumentada
lascivia” […]
“…oscuras palabras
sangrantes (sin la sangre],
de pelitos inocentes, intranquilos…”
A mi ver, los mejores poemas del libro son los titulados Ferryboat de una noche invertebrada, Palabras en relieve, Romavali, El tonto del puente de las bicicletas, Mapa de un aquelarre a cielo abierto y Calamar, posiblemente el mejor de todos.
CALAMAR
El amor tiñe, es una mancha.
El amor sangra, es una tinta.
Escrito el amor, es confidencia.
Inter(venido) el amor,
es una fiesta.
Charleston, West Virginia, Estados Unidos
27 de octubre de 2017
Obras consultadas:
GÓMEZ ROSA, Alexis. Ferryboat de una noche invertebrada, Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña de Henríquez, 2006. Editora Búho (Secretaría de Estado de Cultura, Editora Nacional), Santo Domingo, República Dominicana, Primera edición, 2016.