José Alejandro Peña: “Estoy frente a ti, niña terrible”

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En 1994, Enrique Guzmán, un devoto amigo y ferviente estudioso de las religiones orientales, la historia, la filosofía y apasionado del arte y las letras, asumió el rol fundamental de patrocinador y editor de la primera edición de Estoy frente a ti, niña terrible de José Alejandro Peña. Esta versión inicial, compuesta por tan solo 500 ejemplares, marcó el arranque de un viaje literario que, con el tiempo, llevaría a múltiples revisiones y transformaciones antes de consolidarse en la obra definitiva que conocemos hoy.
La evolución de Estoy frente a ti, niña terrible no fue un proceso estático. En su afán de perfeccionar su creación poética, Peña realizó una serie de modificaciones cruciales a través de los años. Algunos poemas de la edición original fueron eliminados, mientras que otros fueron sustituidos y modificados reiteradamente. La incorporación de estos cambios fue un reflejo de la búsqueda constante del poeta por afinar e intensificar el impacto literario de su obra.
El crecimiento cualitativo de Estoy frente a ti, niña terrible también se manifestó en la adición de nuevos poemas. Estos componentes adicionales no solo enriquecieron la textura lírica del libro, sino que también enfatizaron los temas esenciales y reforzaron la cohesión del conjunto. Así, cada nueva versión se acercaba más a la visión idealizada de Peña, capturando de molde más claro y preciso las emociones y reflexiones que su poesía busca transmitir. —Elvio Martínez


Selección poética (del libro “Estoy frente a ti, niña terrible”)

Primera forma del mundo

Destruido el día edifica sus torres
y se adhiere a este no inventado instante
que lo cubre.

Se desparrama mi ser como una alberca

en un espejo roto en un cuadrado amorfo
tengo mi máscara fundida al rostro que no tengo

ahora tengo el rostro del que vela o del que sueña
entre una piedra roja y un cuchillo.

Las estatuas que fueron al principio del mundo sombras más reales
dejan caer sus melodiosas formas inasibles.

Se abren todas las puertas del infierno
y se cierran conteniéndome tus brazos.

El día va a buscar la noche para exterminarla
pero la noche se cubre con hojas de cedro
y se queda inerte entre el eco y la lluvia.

Yo lavo con música silvestre
la más firme palabra que me dieron.

Segunda forma del mundo

No hay nada más perplejo y mudo
que escribir de noche en las paredes
escribir para que el mundo cambie
o no cambie.

¿A quién importa si la rueda nos aplasta
o se detiene?

Escribo en las paredes intensísimas
escribo mil palabras oscuras
que nada dicen
que nada aportan a la realidad
o al sueño.

Y luego me vuelvo para ver
si me han visto los gendarmes
que cuidan las paredes innatas
y las casas con ratones de corcho.

La noche sigue intacta y yo desaparezco
como un grillo noctívago de tiza y herrería.

Tercera forma del mundo

Así le dieron forma las estrellas al agua
a los hombres macabros
y a los lobos que duermen
entre un ladrillo desajustado
y un estremecido esqueleto de hipocampo.

Así tronándose los dedos
se hizo la noche
y de la noche salió todo.

Salieron primero los caballos
y luego vino el viento
a darles agilidad y compostura.

Los hombres tomaron forma
de hondonada y de espuma
las mujeres tardaron en ser como los búhos
anochecido reflejo y agudeza.

El mundo no es ya lo que somos
ni lo que creemos que somos
no es lo que se dice un círculo innegable
no es lo que representa hoy para nosotros
un impulso imperfecto o triangular
un dejarse arrastrar por todas partes
su forma no es tangible como
la de los unicornios embalsamados
ni dura un ápice en la luz
como los cínifes.

El gran esplendor

La miré como para resucitarla
de todo lo muerto de su porvenir
como si sus labios y los míos
tuvieran secreta concordancia
y sus muslos salobres fueran sólo
algo que se presiente sin que exista
algo así sorpresivo
hecho de muchos nudos muy complejos
nudos como de sangre y oquedad.

La miré hasta no soportar más su sonrisa

insinuante como una llaga sin bordes.

Era el sudor de la piedra y el látigo del viento

rehaciéndonos la nada.

Yo la amaba con la furia de un condenado
con un vaivén de ojos abatidos y de cosas oscuras
como el minuto largo de la espera.

Como un vuelo de luciérnaga es el mundo
oscuro para siempre le decía.
—La oscuridad somos nosotros:
el gran esplendor no existe bajo nuestras huellas.


Otros poemas del libro “Estoy frente a ti, niña terrible”

Vestigio

¿Recobraremos la pavesa
de un mañana sin gloria ni espejismo
que nos abra el pecho con las uñas
y nos arranque un carbón ardiendo
de la frente?

Todavía contamos los días de atrás hacia delante
y viceversa.

Todavía somos niños y reímos
todavía somos dos fantasmas
atrapados en un poco de aire frío.

Una linda máscara nos ha cambiado el rostro.

Estoy frente a ti, niña terrible

La primera se inclinó como un árbol
para beber el polvo de la noche
donde mis sueños yacen.

Sus senos suaves redondos
como una música todavía intacta.
Sus muslos
tibias pinzas libidinosas
presionaron mi corazón
hasta dejarlo vacío.

Las otras
llenas de ensoñación
no comprenden el mundo
no palpan su sustancia.

Tú presientes mis pasos guías mis pesadillas.
El fuego se distrae ante su última fuga.
La emoción traiciona siempre a los más caprichosos.

Estoy frente a ti niña terrible
miro tus intrigantes ojos grises
y un eco nunca consumado

de ola de ceniza de paso estremecido
fija y viola los límites del ancla.

Glacial fosforescencia

ninguna sombra esfumará tus puentes.

Sobresalto

Adiós
ha dicho la que danzaba
con el vientre quemado.

Adiós al que de tumba en tumba
va buscando despertar a la destructora
de sus sueños.

He roto las promesas que nunca hice

y las que di cada día a quien amaba

sólo para librarla de mis tormentos…

He idolatrado al viento que se bebe el ocaso
he doblado mi vida como se dobla un muro.

Todo cuanto di o tomé
estaba maldito.

El simple solitario amor

El viento derriba los caminos
que suben sin sus alas
a la cima del árbol fluorescente.

El árbol se inventa las ganas de vivir

de una niña con rostro de mariposa
y busto de ninfa salvaje.

¿Quién sueña los sueños que olvidamos
a la orilla de un tiempo venidero?

El viento borra los espejos
sacados de los párpados insomnes.

La luna cierra sus manantiales
de perfume y de albor
para que el árbol pueda simular
nuestra fuga.

El bosque se llena
de otros bosques iguales
y el juego del amor
el breve juego inacabable
hace correr tinta
de muchos colores.
¿Con qué pie se desliza
por debajo de nuestra puerta
el sueño de amor que cambia
de matiz como la lepra?

¿Con qué dedos fluviales

las niñas que me amaron

se desgarran la frente?

Sus ardores momentáneos encienden

el suave pecho de la sombra que soy
reprimiéndose un deseo mimético de parición barbárica
con la cual pulir mañana una estrella muy alta
que se niega a brillar.

Yo reclamo como lobo perdido la noche
la noche fugacísima tangible desdeñosa
y aguardo no sé dónde en mi pecho por un enigma demasiado raro
raro insustituible novedoso como este simple solitario amor
que un día cambia piedra por piedra
y al instante siguiente está saqueando
una amapola.

Todo se rueda del polvo de las olas

El rojo cordón de la cordura y este pánico
que del tacto de todo lo irreal provienen
¿qué médula modulan
maternales metales vitalicios?

En la noche de bruces
persiste la evasión el cuidado.

Todo se rueda del polvo de las olas
como si ya se cerraran para mí
los nombres las palabras
en una sola edad interpolar
en soledad y cause
en vértebra dañada.

Toda mi piel envuelta en un rayo de sol
todos mis días naufragados
mis piedras inútilmente demolidas
mi poca salud aceleradamente empeorada.

Adiós pequeña manía de los lunes sin sol
adiós fosforescencia chica de un amor tan grande y tan diverso
Adiós ventana desde la que me veo partir.

Ella

Bajo este frío suelo sin ventanas
ella juega a cortarse las venas
y a dejar en mis ojos una gota de sangre.

Ella viene vestida de fósforo en las tardes
a soñarme los sueños y la risa.

Hay quien sólo siente sed de naufragio.
La mía es una sed acalambrada
en sus mejillas
una sed que se desliza
por dentro de su falda estremecida
y hace que la vida
con su pánico tibio de auroras estampadas
nos duela de otro modo.

Ella se cuelga de mis párpados
como un cartel de feria.

Ella pone su lengua
en la boca de un muerto
para hacerlo cantar
en mi ventana.

Amo a esa viajera

Amo a esa viajera insumergible
que se mira en mis ojos con la desolación
de un ahorcado.
Sus senos son pájaros envenenados en mi boca.
Su silencio va reflejando las cosas que yo pienso.

Cada pisada anuncia un abismo
pero nunca caemos en la trampa de lo sucedido.

Ella cose mis párpados al encanto
de una ciudad remota
y me muestra sus senos exprimidos
y su sexo como una flor quemada.

Su lengua es una ola en mi boca
y mi lengua es un pez de cristal.

Buscamos una lámpara de oscuridad
para jamás sentir miedo.

De cómo el silencio resquebraja una piedra

Un silencio se ahueca en tu garganta
y te destruye o reedifica.

¿Es que al callar te vuelves más profunda
y hermosa más solemne y secreta
más humilde y más dulce?

Desde ayer has cambiado
tu forma de decir las palabras
monótonas que abundan en los libros.
Ahora se te ve meditativa y fría
tan ausente y dividida
que pareces estatua de molino.

Ante ti se levanta una sombra inaudita
una palabra no surgida del polvo
un misterioso vuelo de cuchillos ocultos.

Las malas intenciones no son malas del todo
pero ahogan los peluquines con perfume
y destruyen el sonido de las hojas sin eco.

Es así cómo el silencio resquebraja una piedra
añadiendo mercurio a las pestañas falsas.

La señorita de porcelana

Ella ha venido a ver los pájaros
que duermen bajo la nieve en Ohio.

Y a ver como en un sueño todos mis sueños

desatados entre sus dedos rubios.

Ha visto o soñado
la fría y sucia pared
en la que orino y vomito
cuando ya no hay pared
por la falta de vino.

El vino me hace ver palpar la vida
y transcenderla.

Por más que se niega a despertar
cuando beso sus senos
sé cómo siente la nada tras sus ojos cerrados.

La sed me ahoga y es un río su pecho
un tictac de pez que se adhiere a las cosas.

Ciego y temeroso como un muro que cae
pongo mi mano allí donde se quiebra la noche.

En vano

Mi alma colgada de sí misma
como del hueco de una lámpara
está rota en lo roto de otras almas.

Mi alma llena de truenos de otro siglo
rodando por el frío suelo diferido
ausente de su ausencia y de su sino
trasvasada como un líquido a una piedra
explora los límites perversos de una lógica sucia
y empieza a germinar como un siamés.

Sobre el autor

José Alejandro Peña nació el 9 de julio de 1964, en Santo Domingo, República Dominicana. Emigró a los Estados Unidos en 1995, adoptando la ciudadanía norteamericana. Allí fundó, en 1999, la editorial Ediciones El Salvaje Refinado, todavía vigente, publicando a cientos de autores de distintas partes del mundo. También fundó Obsidiana Press, una filial de Ediciones El Salvaje Refinado y la revista Paradoja.

Graduado con una licenciatura en Artes y Estudios Internacionales en West Virginia State University, con maestros como Paula Clendenin, Danny Boyd, Miguel Zapata, James Natsys y Reidun Øvrebø, entre otros. En 1986 obtuvo el Premio Nacional de Poesía con su libro El soñado desquite, una obra icónica dentro de su rigurosa producción poética.

Libros publicados:

Iniciación Final (1984), El soñado desquite (1986), Pasar de sombra (1989), Estoy frente a ti, niña terrible (1994), Blasfemias de la flauta (1999), Mañana, el paraíso (2001), El fantasma de Broadway Street y otros poemas (2002),La vigilia de todas las islas (2003), Suicidio en el país de las magnolias (2008), Trampantojo (2016), El caballo de Atila (2021, Cóctel para sonámbulos (2021), Dejad hablar al viento (2021), Esperpéntico antiarcangélico y sexualísimo (2021), Pavor en el país natal (2021), entre muchos otros.


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