7 poemas de Amable Mejía

You are currently viewing 7 poemas de Amable Mejía

1

Los muchachos requieren del recuerdo

para hablar hoy de lo mismo que ayer:

del agua, de la boca y de la sed.

De la puerta, de sus sueños, del soñar.

Del sueño del otoño y el otoño de las rosas.

Relaciones que aman, que recurren

donde no llegan ni a puntualizar:

saben que no basta con la intención,

porque el interés es húmedo

y si es personal, descansa en la luna.

Imagen incorrecta es la luz

donde se le espera, donde se le odia.

Mata cuando se quiere que hiera.

Hiere cuando se quiere que mate.

¡Oh, ser muchacho!

Recuerdo de la luz en la luz.


2

En mí tu risa

y mis dudas acerca de la lluvia,

sí a solas nos desnuda

o nos da sed, sed

de interés de primavera.

En cuanto la presencia

no nos delata el silencio.

¡Oh, risa, risas!

La misma boca es causa.

Ir es ola, tiempo.

Creo que llueve

por esta nueva ausencia.


3

Los lunes son sin cuerpos,

primera huella llena de cenizas.

Me gusta imaginármelos en una flor,

en una mujer oscura y distante.

Morder, ay, su agua

y verlos irse delante como una mariposa.

Los lunes son ellos mismos

y nosotros sus horas.


4

Escribe sobre el mar, muchacha.

Delante de tus labios

lo conocido por todos.

En la arena de tu boca,

en el sol o en los palmares

alineados como tus dientes.

Escribe, sobre todo, muchacha,

palabras del mar

y déjame buscar en el crepúsculo

sonriente en tu cuerpo,

o quitar el ímpetu a tu blusa

que ya es lluvia, viento.


5

Existen hoy y siempre

discusiones en mis manos, créelo

ambas quieren tocarte.

Río, flor y luz; los tres,

no alcanzan para cubrir

tú corriente, y yo

toco una luz, es tanta

la luz que emana de ti,

y toco dos, tú luz

y mi sonrisa que ya es tú sombra.


6

Acabo de apadrinar tu recuerdo

con las descendentes líneas de un cuaderno.

Nombres al lado de un siempre adolescente:

el amor de un día observado

por la madurez de un amor presente.

El azul apagado del cielo

como una vela que se apaga y se enciende,

yace este cuaderno, que es

como el amor que se acerca, viento.


7

Del girar de los pedales se forma

la lluvia, del humo los rostros

blancos que se suicidan en los paraguas

azules, en los perros sin rabos.

¿Sabe la niña que su cabellera

es larga, sus pestañas trágicas?

En fin, de la violeta húmeda nace

el olor de una tarde.

De una hoja diré que es naranjo,

va hacia un gozo rojizo inherente.

El puente es el que une

los ruidos, las miradas de los ríos.

El puente une esta casa

con el agua y las luces en esta distancia.   


Leave a Reply